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sábado, 14 de febrero de 2015

SIERRA MORENA-DESPEÑAPERROS (JAÉN): EN TORNO A LA ALISEDA (II)




BALNEARIO DE LA ALISEDA: PANTICOSA DEL SUR


Aunque el tránsito incesante por estas tierras meridionales de la Mariánica nunca tuvo paréntesis, si que hubo años, demasiados, en los que los acontecimientos quedaron silenciados.
Tras la bestial afrenta que en las Navas de Tolosa aconteció entre las dos culturas que se disputaban el predominio de la península, el olvido cayó sobre el lugar donde todo ocurrió, hasta el punto, de que la nada inundó la comarca en los cinco siglos siguientes a aquél verano de 1212. Sólo alguna venta que daba cobijo al viajero, y los ermitaños de La Peñuela, fueron testigos de la soledad de esta tierra de transito.
Desde el Muradal, paso inequívocamente ancestral desde la meseta a la gran Andalucía, hasta el lugar donde se ubicó la supuesta Tolosa, escisión medieval de la decadente Castulo, se condensa una buena porción de historia; desde aquellos primeros pobladores de castros y abrigos, que dejaron impresa su huella tan rudimentaria como impactante aún reconocible en numerosos santuarios dispersos por las zonas más enriscadas, pasando por el episodio de la muerte del emperador Alfonso VII a su regreso de la funesta campaña de reconquista de Almería, sucedida según parece en la antígua Fresneda, que hoy algunos identifican con el paraje de la Aliseda, hasta la existencia del convento donde el frailecico Juan de Yepes vivió y enfermó de muerte, y que sirvió de núcleo para que el limeño ilustrado Pablo de Olavide trazará el diseño por encargo de Carolo III de las nuevas poblaciones de Sierra Morena. Poco después de que llegaran los colonos a estas tierras, se estableció una colonia agrícola en el paraje que nos incumbe, al amparo de algunos manantiales acuíferos que, curiosamente, ¡tenían burbujas! El hallazgo trascendió, y mereció el interés del famoso hidrólogo de la época Juan de Dios Ayuda. Desde entonces la Aliseda comenzó a tomar reputación de lugar apacible, nada que ver con el entorno abrupto de sierra morena, corrían los últimos años del siglo XVIII.
Por estas tierras pasaron, y cuentan que pernoctaron, los constitucionalistas de la "Pepa", encabezados por Martínez de la Rosa, estas tierras conocieron un desmesurado e imparable auge durante el desarrollo minero de finales del siglo XIX y primera mitad del XX donde, a su amparo, nacieron no pocas fortunas, como la de José Salmerón y Amat, constructor y promotor del célebre balneario de la Aliseda, lugar donde "tomar las aguas" y sanatorio de tuberculosos, propicio para conspiraciones políticas, donde tal vez se comenzó a forjar la carrera parlamentaria del primer presidente de la II República, Niceto Alcalá Zamora
Durante el último tercio del siglo XIX, este oriundo almeriense, liberal de pro, controlador de los resortes políticos de la zona norte del distrito desde la alcaldía de La Carolina, enriquecido en el entorno minero y elevado de categoría, gracias a la fortuna conseguida en una sociedad que abandonaba vertiginosamente el romanticismo para abrazar el modernismo imparable que envolvía al próspero distrito minero de Linares-La Carolina, fue cuando José Salmerón y Amat, elevó a la Aliseda a la categoría de la Panticosa del Sur. Se construyó un balneario, un hotel para albergar a quienes iban a tomar la aguas, y casas individuales para aquellos que requerían aislamiento, una capilla, un teatro, amplios hortales para el abastecimiento, puentes de mampostería para el acceso, un palacio para residencia del dueño,.. lamentablemente poco queda que pueda reconocerse como vestigio de aquella época de esplendor, si acaso el fabuloso e idílico paraje, el resto parece que lo hubiera engullido la tierra.




Dos manantiales abastecían el establecimiento, la fuente de la Salud de aguas fundamentalmente bicarbonatadas y ferruginosas e indicadas en forma de ingesta para problemas digestivos y de anemia. Los magníficos resultados que los análisis otorgaban a las aguas de la fuente de la Salud no eran nada con los que posteriormente se realizaron en el manantial de San José. El nitrógeno que contenía las hacía especialmente indicadas en esa época para tratar la tragedia sanitaria de la época: la tuberculosis. Sobre el manantial de San José de erigió el edificio del balneario con todo tipo de adelantos para la época, salas de inhalación difusa, de inhalación directa, fuente para la toma de agua... El establecimiento vendía agua envasada por pedido, contaba con médico higienista propio y estaba rodeado de amplios parajes donde pasear, bautizados de manera evocadora a la época de esplendor: bosque de los ruiseñores, alameda, bosque de los alisos, pradera de los castaños, puente del suspiro,...




La edad de oro de aquella Aliseda se prolongó durante la última década del siglo XIX y las dos primeras del siglo XX. La muerte de su impulsor en 1916 y los cambios sociales sobrevenidos fueron alejando los establecimientos de balnearioterapia del interés de sanitarios y consecuentemente del público, no en vano comienzan a surgir tratamientos eficaces frente a enfermedades que buscaban en la hidroterapia un halo de esperanza. El balneario de la Aliseda, el emporio económico que allí surgió se fue más rápido que llegó y con él todo vestigio de lo que allí hubo en su época dorada.





LA RUTA




DATOS TÉCNICOS
Denominación
EN TORNO A LA ALISEDA
Ubicación Jaén. Sierra Morena-Despeñaperros (TM Santa Elena)
ItinerarioSanta Elena-cerro de los olivares-llanos de las Américas-
cortijo de las Américas-Miranda del Rey-estrechos de la 
Campana (vía romana)-cortijo de los alcornocales-paraje 
de la Aliseda-Santa Elena
Distancia 19,16 km
Tiempo 7 h
Fecha
14 de febrero de 2015
Desnivel positivo 400 m
Enlace al track de wikiloc

Siempre podemos disfrutar de un delicioso paseo circular alrededor de este bucólico paraje. Comenzando en la misma área recreativa podemos recorrer en toda su extensión la zona, intentando identificar lo que queda en pie de los años de esplendor; con un recorrido aproximado de unos 3 km en total por la ribera del río de la Campana, nos llevará el tiempo que queramos emplear en disfrutar de cada rincón.
Pero para esta ocasión, hemos trazado y completado una circular de más recorrido extendida por la dehesa de la Aliseda que supera los límites de donde se ubicaron las zonas nobles. Partimos de Santa Elena bonita, del parque que le hicieron a Alfonso VIII y bautizaron de otra manera. Nos dirigimos por la carretera que nos llevaría a Miranda del Rey por el carril de tierra paralelo a la misma hasta tomar un desvío antes de llegar al cruce del collado del lobo, que nos introduce en la ladera NW del cerro de los olivares por un sendero de alcornoqueros que ya no perderemos hasta Miranda. Nos detenemos en un lugar despejado de monte desde donde contemplamos, en días despejados, la cuerda de Despeñaperros y la panorámica que tuvo Al Nasir el día de la contienda. Descendemos al barranco del lobo cruzando el carril para introducirnos de lleno en la dehesa de la Aliseda. Caminamos por los llanos donde la lucha debió ser atroz y devastadora, alcanzando los estrechos en el punto donde el arroyo de las Américas se une al río de la Campana. Por el primero de estos ascendemos al cortijo ruinoso que en su día albergo a carboneros serreños, cisqueros de sierra morena, cuyo oficio acabó consumido con la ley del petróleo. Buen lugar este para hacer un alto y recorrer los alrededores. Si el día se encuentra despejado merece la pena subir al cerro del tío Silverio dese donde tendremos una vista inmejorable de las suertes de Miranda, de los estrechos y de los cerros que lo rodean, pudiendo interpretar de nuevo los movimientos de la gran batalla que aquí sucedió. Para lograrlo podemos trochar directamente por el bosque aterrazado que que hay detrás del cortijo hasta el collado de los cerros de Miranda al que identificaremos al llegar a un cortafuegos. En nuestro caso desistimos del esfuerzo dado que el día lo desmerecía optando por continuar en dirección a Miranda.
Antes de llegar a la aldea pasaremos por una hermosa vaguada que encara la mesa del Rey, justo por donde probablemente se dejaron caer las tropas cristianas en su envite, también rozaremos un viejo pozo donde se ubicó una noria de sangre, probablemente de la época colonial. Llegados a la pedanía de Miranda la primera casa de la izquierda nos saluda aún con la vieja estructura de las que allí se construyeron hace doscientos cincuenta años.
Abandonamos el asentamiento por el extremo contrario al que accedimos continuando rectos en el cruce que se presenta señalizado con dos senderos del parque. Al llegar a la altura de un picadero que nos queda a la derecha, giramos a la izquierda para alcanzar el camino de los estrechos también identificada como vía romana. Justo allí toma nombre el río que vamos a acompañar en adelante, de la confluencia del arroyo de las Nogueras y del Hornillo y con la aportación algo más adelante del de las Asperillas y la Simona , comienza el discurrir de este bonito cauce del río de la Campana, subsidiario de la cuenca del Rumblar.
Iniciamos un agradable paseo acompañando el cantineo del agua y el revoloteo de las abundantes aves de la zona hasta la desembocadura del arroyo de la Simona que nos sale a la derecha; por ahí ascenderemos buscando una tenue senda que nos conduce al cortijo de los Alcornocales, un ligero desvío para conocer otra típica casa de labor de esta sierra. Descendemos de nuevo a los estrechos y ya, sin dilación, nos dirigimos al paraje más conocido de la Aliseda.
Nos recibe el puente de piedra, el de San Pedro, fabuloso marco para el centenario fresno que busca mojarse sus vetustas raíces en las transparentes aguas del río que lo acaricia. Una mirada de las que hacen suspirar (ya empezamos,…).



Tras entretenernos imantados en el lugar, continuamos por la orilla del río entre grandiosos piñoneros que en su día llamaron pinos de las águilas por la altura que alcanzan. Salir del pinar y toparnos con el balneario, más bien con lo que lo fue, se hace a la par. No vemos nada, normal, es que hay nada, solo si reparamos en el solar podemos encontrar algún vestigio, especialmente en el lateral junto al río donde pueden verse restos de la mampostería de los cimientos y una oquedad donde pudo estar ubicado el manantial de San José.
Continuamos rodeados de alisos por donde ahora han hecho un sendero que llaman de la Campana hasta que vislumbramos en la lejanía otro puente el puente del suspiro que sirve de divisoria entre el bosque de los ruiseñores que llevamos y la pradera de los castaños a la que se accede al traspasarlo. No entraremos ahora en la amplia pradera, sino que la disfrutaremos más adelante, al regreso. Encaminaremos la dirección hacia una colina por encima de la carretera que se conoció como monte del suspiro (y van tres...). Allí podemos identificar lo que fue el teatro, el palacio de Salmerón, la capilla, las casas unifamiliares para agüistas y la planta del gran hotel, solo la planta, no queda nada de lo que fue. Descendemos la colina por la otra ladera y nos encaminamos hacia otras edificaciones auxiliares y a las piscinas, a la izquierda quedan los vestigios de la gran huerta que tenían para autoabastecimiento. Siguiendo un marcado senderillo llegamos al otro puente que limita el área, el puente conocido como de Venta Quemada o de La Carolina, gemelo del de San Pedro que visitamos anteriormente. Desde aquí seguiremos las marcas del GR-48 en un delicioso discurrir por la orilla del río en dirección contraria a la que trajimos para disfrutar y asomar, ahora si, a la pradera de los castaños ocupada actualmente por la zona recreativa.



En este lugar realizamos un descanso para reponer fuerzas y afrontar decididamente los cuatro kilómetros que nos quedan hasta el lugar de inicio, Santa Elena, atravesando cerros y circulando por senderillos alcornoqueros.