VÍLCHETES (y no Vilchetes...)
El destino hoy caminaba por otros derroteros, las fotografías que pudiéramos robar al paisaje para el recuerdo, pasarían a segundo plano; la desagradable sudoración pegajosa secundaria al esfuerzo, también. Al bajar del coche el sentimiento fue compartido, bufffff ¡que bochorno!. Y es que los 23 º C que marcaba el termómetro y nos auguraban una fresquita y agradable mañana se tronaba en desilusión por la sensación húmeda del ambiente y por el cariz del horizonte, que no vaticinaba buenas imágenes..
Partía quién suscribe estas líneas con ventaja respecto a mis compañeros de aventura, no había preparado adecuadamente el track de la ruta prevista, pero había repasado algunas páginas de las tantas derrochadas por Gómez Muñoz sobre esta sierra, concrétamente las que referían a esta macizo de los Vílchetes que tantas veces pensé en acometer, por eso, conforme ascendíamos la lancha del Montón por la vieja senda, comentábamos algunos errores de los mapas y también nombres curiosos de ubicaciones por la zona.
Jamás pensé toparme con el personaje, con Juan, el pastor del cortijo de la escalera, el mismo que puso al día al jesuita hace un porrón de años y quedó reflejado en sus escritos. Y allí estaba, donde tenía que estar, en su huerto, recogiendo sus "tesoros". Y allí mismo departimos en una amable charla en la que nos confirmó los nombres de la zona que ya traíamos, en la que nos contó una sorprendente historia que había oído de su madre en relación al lugar conocido por aquí como la cruz de Colín, sorprendentemente no recogida por quién por aquí anduvo y luego lo escribió hace ya algunos años, y que viene a confirmar que este tipo de topónimos en los que se presencia la cruz, están relacionados con sucesos luctuosos. Y nos dijo por dónde ir, y lo que había más allá, y que su familia venía de abajo, dela zona de la Osera, y nos regaló un tomate de su huerto que nos supo a gloria en el almuerzo.
Este inesperado acontecimiento veló, en cierta medida, lo más interesante, a priori, de la ruta: cruzar los túneles de la vieja conducción de aguas del Aguascebas a la Loma. Una empresa que José Andrés había realizado hacía tiempo y de la que nos preocupaba la incertidumbre por el posible deterioro que aquello habría sufrido. Indudablemente que cruzar todos aquellos túneles, creo que quince, algunos de ellos interminables, acompañados de la fauna de la oscuridad, fue una experiencia emocionante, muy emocionante, algunos tramos indescriptibles, pero tengo que confesar que durante todo el camino no pude quitarme de la cabeza a Juan en su huerto, disfrutando como nosotros de la conversación. Le prometimos volver y echar otro ratico, seguro que será muy satisfactorio. Por cierto, en varias ocasiones ha sido tema de conversación la forma de pronunciación del lugar, si Vilchetes o si Vílchetes. Solo con escuchar a Juan salimos de dudas: ¡CON TILDE! Otra “tontá” resuelta.
No puedo acabar sin aludir a un comentario y razonamiento, profano, claro está, que surgió repetidamente a lo largo del trayecto, especialmente por la zona de los túneles. ¿Como no aprovechar esta bellísima y espectacular zona como reclamo turístico?. Dentro de poco será imposible pasar por aquí. Una planificada actuación, respetuosa con el medio, puede dejarnos senderos insospechables que nada tienen que envidiar a otros sobrevalorados de reciente arreglo y apertura. A veces ya no sé si somos los mejores del mundo a la hora de conservar la naturaleza en su estado más puro, o los más idiotas al no aprovechar recursos que nos ofrece y rentabilizarlos de una manera sostenible.
Pues nada, ¡enhorabuena Arroyo frío!
LA RUTA
Ruta, para realizar en media jornada, no tiene excesiva complicación en cuanto al esfuerzo ni orientación aunque si respecto a riesgos sobrevenidos y a las propias sensaciones de cada uno. Recomiendo valorar prudentemente antes de realizarla, ya que un eventual rescate en la zona de los túneles se antoja complicado.
Además, en dicho trayecto por los túneles, aunque unidireccional y sin posibilidad de extravío, entraña toparse en el interior con bancos de mosquitos y arañas, ser sobrevolado por murciélagos y cruzarse con sapos, ranas, babosas, etc., habitantes de la oscuridad. Algunos tramos se hacen interminables, especialmente el 7 y el 10 (están marcados a la entrada) por lo que se debe conservar el aplomo para evitar la desesperación derivada de la oscuridad. Puede haber derrumbes y desprendimientos que cambien las condiciones de la ruta, aquello se encuentra en situación de abandono absoluto y algunas casetas medio demolidas por caídas de piedras. En el interior no apreciamos riesgos, aunque ello no puede descartarse en adelante por la ausencia de mantenimiento. Es recomendable llevar un casco ya que en tramos baja la altura considerablemente y en otras se estrecha mucho. En nuestro recorrido solo apreciamos un paso exterior en la última parte de la ruta con riesgo, debido al deslizamiento de la ladera sobre el camino, aunque con mucho cuidado pudimos sortearlo sin mucha dificultad, en un futuro puede representar un riesgo mayor.Comenzamos a caminar en el área recreativa - aparcamiento del embalse de Aguascebas (Guarondo), subimos un par de cientos de metros por la carretera hasta el collado Caracho (Mojonera) de donde parte la senda, gemela a la de la cuesta de Navazalto y que servía para salir y entrar de la sierra. Ganamos altura por la lancha del Montón con la senda bien definida. Alcanzamos primero una nava considerable, se trata de la cruz de Colín, si nos volvemos tendremos buenas vistas de la Morra, el tranco del Acebo, la lancha Candiles y la zona de la Palomera.
Continuamos ascendiendo entre pinares y vegetación propia del monte hasta una nueva y amplia nava que nos anticipa el collado, se trata de la "pará" del vaco, lugar donde juntaban las reses antes de volcar a la otra vertiente. Un poco más adelante pasamos por una formaciones rocosas que quedan a la izquierda conocida como las cuevecillas que, ahora si, nos desembocan en el collado. A la izquierda de este, según el sentido de la marcha, queda el punto más elevado de este macizo de Vílchetes, la conocida como Piedra Nativa (Alto del Roble de los balazos, según algunos mapas). Nos vamos a la derecha que es donde está lo interesante, el filo de la bandera, en el morro de piedra nativa desde donde se contemplan unas magníficas vistas del barranco de la Osera y del macizo de Navazalto.
Descendemos hacia la cañada y nos topamos con el hermoso cortijo de la Escalera (de los Vílchetes en algunos mapas), un dócil mastín da la voz de alarma y encontramos a Juan, una nuera y una nieta, en el huerto con los que nos detenemos a charlar un buen rato.
Continuamos, visitando las fuentes y atravesando la cañada entre el rebaño de ovejas soliviantadas por nuestra presencia para ascender rápida y cómodamente hasta el vértice geodésico Vílchetes, donde almorzamos en un buen mirador.
Continuamos, visitando las fuentes y atravesando la cañada entre el rebaño de ovejas soliviantadas por nuestra presencia para ascender rápida y cómodamente hasta el vértice geodésico Vílchetes, donde almorzamos en un buen mirador.
Buscamos sin senda el cauce del arroyo de la escalera para encontrar por su margen derecha desde su inicio la vieja senda que por aquí bajaba, senda clara y límpia que se dirige a un collado divisorio atravesado por un bien conservado tramo del camino que desciende buscando, ahora si, el cortijo de los Vílchetes, más bien cortijada, situada justo debajo de la elevación donde se sitúa el V.G.
El camino rodea la cortijada evitando la zona de huertos y de dirige, buscando la carretera asfaltada que alcanza, tras pasar por la hoya de los nevazos, a la altura de los Frailezuelos, donde hicieron un buen cortijo y existe un buen mirador.
Tomamos la carretera divisando a la izquierda, en lo hondo del olivar, el cortijo del Rincón, tras un par de cientos de metros, se desprende a la derecha un carril olivarero que siguiéndolo conectará con el sendero de los túneles, por donde ya no caminaremos tan cómodamente debido a la abundante vegetación que debemos ir sorteando.
El camino rodea la cortijada evitando la zona de huertos y de dirige, buscando la carretera asfaltada que alcanza, tras pasar por la hoya de los nevazos, a la altura de los Frailezuelos, donde hicieron un buen cortijo y existe un buen mirador.
Tomamos la carretera divisando a la izquierda, en lo hondo del olivar, el cortijo del Rincón, tras un par de cientos de metros, se desprende a la derecha un carril olivarero que siguiéndolo conectará con el sendero de los túneles, por donde ya no caminaremos tan cómodamente debido a la abundante vegetación que debemos ir sorteando.
Comenzamos a atravesar túneles sucesivamente, uno tras otro, algunos interminables. Hacia la mitad existe un puente de arcos que no tiene complicación cruzarlo salvo para quienes tengan vértigo, ya que las protecciones laterales se han perdido en gran parte.
Finalmente conectamos con el sendero de la Osera, primero justo debajo del paso del aguardentero, pero si continuamos hacia el siguiente túnel, evitamos el paso y salimos por encima de las ramblillas (por donde el cortijo del sordo que nos corrigió de posición Juan). De allí, continuando este sendero, llegamos sin dificultad a la carretera por donde las casillas del pantano, justo donde dejamos el vehículo.